domingo, 8 de septiembre de 2013

Bodega Montferry

Siguiendo con las reseñas de mis locales preferidos de Barcelona, en el siguiente artículo le toca el turno a uno sobre el cual tenía muchas ganas de escribir por el especial afecto que le tengo. Se trata de un lugar con mucha historia pero que desde el pasado mes de Julio puede que sea uno de los que más y mejores críticas han recibido en redes sociales, blogs, revistas, periódicos y programas radiofónicos de temática lúdico-gastronómica. Me refiero a la bodega Montferry.

La bodega Montferry es un pequeño local ubicado en la calle Violant d'Hongria del barrio de Sants de Barcelona. Fue fundada en el año 1965 por el señor Pere Rovira, un tarraconense nacido en el pueblo Montferri de la comarca de l’Alt-Camp, que poco a poco se convirtió en propietario de una red formada por una cincuentena de bodegas distribuidas por toda la Ciudad Condal, de las cuales hoy en día sobreviven muy pocas. Tras permanecer abierta durante cuarenta y ocho años y habiendo llegado sus anteriores propietarios a la edad de la jubilación, la bodega Montferry de la calle Violant d'Hongria se vio irremediablemente abocada al cierre. Fue entonces cuando llegaron Alberto García Moyano, Marc Miñarro y Raquel Bernús para hacerse con las riendas del local y montar una auténtica revolución en el barrio de Sants de Barcelona, convirtiendo este antiguo establecimiento de barrio en un lugar imprescindible, eso sí, sin hacerle perder ni una pizca de su solera original.

De forma muy acertada, y puede que éste sea uno de los principales motivos del enorme éxito y aceptación que está teniendo desde su reapertura, Alberto, Marc y Raquel decidieron no alterar la estética ni el espíritu de la bodega Montferry. Lejos de virguerías del grafismo y la rotulación, el cartel del local conserva su color y tipografía originales (letras negras sobre fondo blanco), su texto original (“Bodegas Montferry. Vinos y licores”) y su magnífico logotipo original (una adaptación de la figura del niño de la fuente de los Jardines de Can Mantega esculpida en 1880 por Agapit Vallmitjana i Barbany). Pero si dejamos de lado el rótulo y pasamos a su interior, también podemos comprobar que ningún interiorista sueco ni ningún diseñador de vanguardia han estado trabajando en su decoración. Aunque nunca hayamos estado en la antigua bodega Montferry, cualquiera que la visite hoy en día enseguida podrá advertir que el local conserva toda su alma bodeguil: Mesas de mármol con estructura y patas forjadas en hierro; sillas de madera austeras pero firmes; el clásico espejo anti-rufianes presidiendo la pared frontal; barra de bar de aluminio; nevera y despensa empotradas en la pared con puertas de madera; un ramillete de ajos, hojas de laurel y pimientos secos colgando de las vigas; ventiladores de grandes aspas pendientes del techo; y doce barriles de diferentes tipos de vino como protagonistas absolutos del local. Pero ojo, que nadie piense que por ser de estética clásica la bodega Montferry es el típico tugurio mugriento por el que no pasa un paño húmedo desde el año 1972. La bodega Montferry es estéticamente clásica pero su impecable higiene y pulcritud llama considerablemente la atención si la comparamos con otros locales de Barcelona (que podría mencionar pero que no lo voy a hacer) de características similares.

Una vez analizado el cartel de la entrada y la estética interior, sólo queda analizar lo más importante de cualquier bar, bodega, taberna, restaurante o lugar de esta índole, aquello por lo que cualquiera que lo visite por primera vez se va a ver motivado a volver: Los productos alimenticios. Cualquiera que piense en el término “bodega” puede llegar a creer que es sinónimo de chato de vino rancio, de botellín de cerveza y, como mucho, de frutos secos, olivas, conservas y patatas fritas de bolsa. En el caso de la bodega Montferry nada más lejos de la realidad. Los masoquistas que seguimos a la bodega Montferry a través de Facebook, Instagram o Twitter tenemos la suerte (o la desgracia según la hora del día que sea cuando lo miramos) de estar siempre al corriente (con foto incluida) de los magníficos bocadillos con pan de leña que cada mañana Marc y Raquel preparan a sus clientes para desayunar: De escalibada con queso de cabra; de pechuga de pollo rebozada con tomate y huevo duro; de lomo a la brasa con cebolla y ajetes; de atún con tomate seco, pimienta y pimentón; de chistorra con pimiento verde; o de sobrasada con cebolla confitada y ron son sólo algunos ejemplos. Pero no sólo de bocadillos vive la Montferry. Sus croquetas caseras de carne a la brasa, queso roquefort o escalibada; su morro de cerdo frito; sus combinados de conservas con salsa espinaler casera; o sus raciones de “cap-i-pota” o de albóndigas con sepia hacen las delicias de cualquiera que pase por allí. Tanto es así que resulta prácticamente imposible ir a tomar una cerveza a media tarde y no caer en la tentación de pedir algo para regalar al estómago. Y en cuanto a lo que uno puede beber, pues obviamente en la Montferry te pueden servir desde la clásica caña de cerveza de toda la vida hasta un delicioso vermut artesanal que resucita a los muertos, pasando por todo tipo de vinos procedentes de diferentes lugares de la Península Ibérica.

Y muchos se preguntarán: “¿Pero de dónde han salido estos tíos?” Pues la verdad es que ninguno de ellos tiene una dilatada experiencia en la hostelería ni nada por el estilo. Como quizás muchos de los lectores recordarán, Alberto García Moyano es el alma mater de “En ocasiones veo bares”, aquel portal de Internet dedicado a los bares, bodegas y tabernas más emblemáticos de la ciudad de Barcelona que en su día reseñé en la sección de “Enlaces” de este blog. Tanto Alberto como Marc y Raquel comparten la afición de visitar y valorar los mejores lugares de la Ciudad Condal donde tomar unas buenas tapas y saborear un buen vermut, y de hecho es fácil encontrárselos en cualquiera de las rutas y gymkanas organizadas desde “En ocasiones veo bares”. El pasado mes de Julio, aprovechando una serie de coincidencias, circunstancias y dejándose llevar por una ilusión, estos tres amigos decidieron hacerse con la bodega Montferry de la calle Violant d'Hongria y desde entonces hasta ahora lo único que han hecho ha sido, simple y llanamente, ofrecer como hosteleros aquello que ellos siempre han apreciado y valorado como clientes: Calidad, amabilidad y profesionalidad. Decoraciones y estética al margen, yo sinceramente creo que es ahí precisamente donde reside la clave del tremendo éxito que están teniendo. Desde aquí me gustaría desearles que sea por muchos años.

Bodega Montferry
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C/ Violant d'Hongria Reina d'Aragó Nº105
Metro: Plaça de Sants | Plaça del Centre

lunes, 2 de septiembre de 2013

“Cactus”: Escuela de música Juan Valdivia y Global Humanitaria en la India

A finales del año 1996, la banda de rock Héroes del Silencio decidió dar por finalizada su andadura debido a una serie de diferencias irreconciliables entre su vocalista Enrique Bunbury y su guitarrista Juan Valdivia. Desde ese momento, la carrera artística de cada uno de los integrantes de Héroes del Silencio ha avanzado de forma bastante dispar, corriendo cada uno de ellos diferentes suertes en lo profesional. En el caso particular de Juan Valdivia, éste terminó la última gira del grupo con un grave problema de tendinitis en su muñeca izquierda que le obligó a someterse a una complicada intervención quirúrgica. Durante su largo periodo de recuperación, los médicos aconsejaron a Juan Valdivia no volver a tocar la guitarra durante un tiempo ya que éste había sido el motivo por el que a lo largo de los años había desarrollado su lesión. Lejos de apartarle definitivamente de la música, la imposibilidad de tocar la guitarra hizo despertar en él un grandísimo interés por el piano, llegando incluso a estudiar la carrera en el conservatorio.

En el año 2001, cinco años después de la disolución de Héroes del Silencio, Juan Valdivia publicaba en edición limitada su primer y hasta el momento único trabajo discográfico al margen de la banda titulado “Trigonometralla”. Grabado de forma modesta, sin pretensión alguna, con el apoyo de familiares y amigos, y con el único fin de disfrutar componiendo, tocando y grabando canciones, “Trigonometralla” era simplemente una recopilación de canciones y composiciones instrumentales que Juan Valdivia había ido escribiendo a lo largo de sus años de retiro y aprendizaje. Dentro de estas composiciones se encontraba “Cactus”, un tema cargado de emotividad y energía positiva que durante los últimos meses ha vuelto a ser noticia.

A principios del mes de Julio de 2013 y contando con el apoyo de Juan Valdivia, la O.N.G. Global Humanitaria impulsaba la construcción y puesta en marcha de una escuela de música para niños de la zona rural de Baruipur, en la India, con el objetivo de mejorar la calidad educativa y frenar el abandono escolar a partir de los 10 años. El pasado mes de Enero Juan Valdivia se desplazó hasta la India para conocer de primera mano los proyectos educativos de Global Humanitaria en la zona y apoyar la construcción de esta escuela de música. En la aldea de Ratanpur, Juan Valdivia puso la primera piedra de la escuela que lleva su nombre, y para impulsar la construcción de esta infraestructura, durante su viaje grabó un videoclip para la canción “Cactus” comentada con anterioridad. Este vídeo es precisamente al que va dedicado este artículo del blog de El Artista Multimedia y es el que adjunto a continuación:


Juan Valdivia cedió una de las guitarras que utilizó durante el rodaje del videoclip para sortearla entre todas las personas que realizasen una microdonación a favor del proyecto. Además, todos aquellos donantes que participaron en este reto tuvieron la posibilidad de recibir una versión inédita de “Cactus” compuesta especialmente para esta ocasión. Si deseas conocer todos los detalles de este proyecto solidario puedes obtener toda la información a través del siguiente enlace:

[Escuela de música Juan Valdivia en Baruipur (India)]