sábado, 12 de mayo de 2012

Guns N' Roses ingresan en el “Rock N' Roll Hall of Gilipollas”

Tenían a todo el mundo esperando este día. Guns N’ Roses, le pese a quién le pese la banda de rock más grande de los años noventa, habían sido seleccionados para ingresar en el “Rock N’ Roll Hall of Fame” y empezaba a vislumbrarse en el horizonte la posibilidad de que la banda original formada por Axl Rose, Slash, Duff McKagan, Izzy Stradlin’ y Steven Adler pudiera reunirse encima de un escenario y zanjar así antiguas disputas que han mantenido al grupo más de quince años separado. El día se acercaba y todos los rumores apuntaban a que sí, a que lo iban a hacer. Los foros, redes sociales y comunidades de seguidores de Guns N’ Roses echaban humo y rebosaban de emoción y de ganas de que así ocurriera. Pero de repente, el tonto de los cojones de Axl Rose publicaba un comunicado anunciando que no iba a estar presente durante la ceremonia de introducción de Guns N’ Roses en el “Rock N’ Roll Hall of Fame” y que como miembro del grupo declinaba su inclusión en dicho salón de la fama. De repente, y una vez más, una cojonada del excéntrico y ególatra vocalista de Guns N’ Roses mandaba a tomar por el culo todas las ilusiones de millones de fans.

El caso es que la ceremonia se celebró, Guns N’ Roses ingresaron en el Salón de la Fama del Rock and Roll, y Slash, Duff McKagan, Steven Adler y Matt Sorum (estos dos últimos alternándose en la batería) se juntaron en el escenario para tocar “Mr Brownstone”, “Sweet child o’ mine” y “Paradise City” acompañados de Gilby Clark (que en el año 1992 substituyera a Izzy Stradlin’, el cual tampoco quiso ir a la ceremonia) en la guitarra rítmica y Myles Kennedy (el nuevo vocalista del proyecto en solitario de Slash) en la voz cantante. La actuación, un fragmento de la cual puede verse en el vídeo adjunto, fue impecable. Duff y Slash estuvieron en su línea habitual, a Steven se le vio muy emocionado de volver a tocar viejos temas de la banda con sus antiguos hermanos, Myles Kennedy lo bordó, y los discursos de Steven, Slash y Duff fueron del todo correctos y muy emocionantes, pero evidentemente no fue lo mismo. Qué duda cabe que estando Izzy Stradlin’ y, sobre todo, Axl Rose, aquel hubiera sido un día para recordar, pero no pudo ser. De todas formas, conociendo el historial de conductas del imbécil de Axl Rose, no sé por qué cojones en algún momento los seguidores de Guns N’ Roses pudimos llegar a tener alguna esperanza de que la reunión de los Guns N’ Roses originales se hiciera realidad.

domingo, 6 de mayo de 2012

La Vietnamita

Lo malo que tiene la democracia es que uno casi nunca puede imponer su voluntad ante la de los demás y por lo tanto, muchas veces se hace necesario acatar la voluntad de una mayoría por mucho que se tenga claro que dicha mayoría está equivocada por completo. Pero bueno, no dramaticemos, que la democracia también tiene muchas cosas buenas. Una de ellas es que cuando queda demostrado que una decisión tomada democráticamente no ha sido del todo buena o que directamente ha sido un error como tú antes habías vaticinado, puedes criticarla libre y abiertamente y soltar a los cuatro vientos el clásico: “¡Os lo dije!”. Es eso precisamente lo que voy a hacer en este artículo. El pasado viernes fui a comer con unos compañeros a un lugar que desde el minuto uno de saber que era el lugar elegido yo ya vi que no pintaba nada bien. Se trata del restaurante (por llamarlo de alguna manera) La Vietnamita.

Ubicado en el corazón del barrio de Gràcia de Barcelona, barrio guay por excelencia de la Ciudad Condal, La Vietnamita es un local que se anuncia como un lugar de comida rápida, fresca, sana y de precio razonable, basada en la unión de alimentos frescos y preparados típicos de la cocina vietnamita que se ponen a disposición del cliente a través de un menú minimalista pero versátil. Toma ya. A priori, con esta carta de presentación, la verdad es que el restaurante puede pintar bien, pero a mí personalmente los conceptos “minimalista”, “versátil”, “comida rápida” y “vietnamita” en la definición de un restaurante ya me dieron muy mala espina. Prejuicios hacia la comida asiática al margen, cuando uno entra en La Vietnamita lo que se encuentra es un local verdaderamente pequeño, decorado con lámparas de caña y pizarras por doquier, provisto de unas mesas alargadas y comunitarias (vamos, que puede tocarte comer en la misma mesa que un tipo al que no conoces de nada) intentando emular los chiringuitos callejeros de comida tan típicos en las abarrotadas ciudades orientales, y en cuyo ambiente reina un aroma que podría definirse como una mezcla entre cilantro, arroz hervido y fritanga. No en vano, la separación entre la cocina y el espacio de los comensales consiste únicamente en la propia barra del local.

Por lo que respecta al servicio, éste deja bastante que desear. Y no es porque sea malo, no, es porque es totalmente inexistente. Nada más llegar, uno de los camareros se acerca al sitio ocupado por los clientes y les lanza sobre la mesa una carta plastificada con los platos disponibles y un rotulador Velleda para que cada uno de ellos apunte su nombre y marque con una cruz lo que desea tomar. Una vez completada la selección, son los propios clientes los que tienen que acercarse a la barra y devolver la carta marcada con sus selecciones a los cocineros para que estos preparen los platos y a continuación pagar por anticipado. Sí, así es, en La Vietnamita se paga antes de comer. Además, el personal del local no se ocupa ni de preparar las mesas, ha de ser el propio cliente el que se acerque a buscar las servilletas, los cubiertos o los palillos (en caso de preferir comer con palillos que con cubiertos) a un armario ubicado justo al lado de la puerta del lavabo. Y eso no es todo. Una vez los platos han sido preparados, los clientes son llamados a gritos desde la barra para que se acerquen a recoger su propia comida y, lo peor, cuando acaban de comer han de limpiar ellos mismos su mesa y dejar sus platos, vasos y cubiertos en unas bandejas de metal colocadas en el mismo armario donde se encuentran los cubiertos y las servilletas. Vamos, que el servicio de La Vietnamita es “minimalista” y “versátil” a más no poder.

En cuanto a la comida propiamente dicha, esto ya es un tema totalmente subjetivo y puede que haya gente a la que los platos de La Vietnamita le parezcan lo más de lo más de la comida asiática, pero si tengo que expresar mi opinión, diría que ni las ensaladas, ni los arroces, ni los fideos, ni los postres, ni los batidos, ni las limonadas, ni absolutamente nada de nada entraría dentro de lo que yo entiendo por buena presentación o incluso buen aspecto. Desconozco el aporte vitamínico de la comida de La Vietnamita, pero lo que es por los ojos entrar no entra, y por la boca a duras penas. ¿Será por eso por lo que se se paga por adelantado? Pero ya digo que esto es un asunto muy subjetivo y, como dice el dicho popular español, para gustos los colores.

La Vietnamita
http://www.lavietnamita.com
C/ Torrent de l'Olla Nº78
Metro: Fontana

martes, 1 de mayo de 2012

Thor (Kenneth Branagh) 2011

Recién estrenada “Los Vengadores”, una de las películas de superhéroes del cómic más esperadas de los últimos tiempos, no quería verla sin antes haber visto las diferentes películas dedicadas a los personajes que componen este legendario grupo de héroes de Marvel. Así que habiendo visto hace tiempo “Capitán América” e “Iron Man”, decidí pasar por mi tienda habitual y hacerme con la película del Vengador que estéticamente más me ha gustado desde niño, pero posiblemente del que menos sabía acerca de su historia por no haber leído nunca uno de sus cómics. Me estoy refiriendo a Thor.

Como las antiguas historias de la mitología nórdica y germánica explican, Thor (Chris Hemsworth) es nada más y nada menos que el dios del trueno. Como el resto de dioses, Thor habita en el reino de Asgard gobernado por su padre Odín (Anthony Hopkins), dios de la guerra y dios principal de la mitología, con cuyos ejércitos a lo largo de la historia se han librado numerosas batallas contra las fuerzas oscuras con el fin de liberar del mal a los habitantes de la Tierra. Armado con su martillo arrojadizo Mjölnir, Thor posee un poder incalculable, pero su juventud, imprudencia y prepotencia, sumadas a una traición en el seno interno de la corte de Odín, hacen reavivar antiguas guerras en Asgard lo cual provoca que Odín castigue a su hijo despojándolo de su poder y desterrándolo a la Tierra para que éste aprenda una lección de humildad viviendo como un ser humano. Durante su destierro, Thor se topará con un grupo de investigadores liderado por la joven Jane Foster (Natalie Portman) que le ayudarán durante su estancia en la Tierra y con los cuales aprenderá valores tan humanos como la amistad y el amor. Y tras esta sinopsis tan blanca, neutra y meramente informativa, a continuación procederé a expresar lo que viene siendo mi humilde y subjetiva opinión sobre lo visto.

A lo largo de mi vida son muchas las películas de superhéroes que he visto, así que no me cuesta demasiado esfuerzo el darme cuenta de que posiblemente esta adaptación al cine de “Thor” llevada a cabo por Kenneth Branagh sea de las más flojas por decirlo de una forma suave. Con un argumento totalmente previsible y unos efectos especiales que no son nada fuera de lo normal, la única motivación que puede tener alguien para ver esta película es conocer un poco más sobre la historia del primer superhéroe con melenas de la historia del cómic. Nada más. La trama es sencilla, los diálogos facilones, las interpretaciones (también es verdad que los personajes así lo requieren) frías, los buenos muy buenos, los malos muy malos y los combates, que posiblemente sea lo único que puede llegar a salvar a una película de argumento regular, para nada espectaculares. En definitiva, “Thor” no tiene nada que pueda conseguir enganchar al espectador a la pantalla.

En cuanto a la recreación de los personajes, de la ciudad de Asgard y de todo lo que hace referencia a lo que es una adaptación al cómic, decir que no me gusta nada que Thor no lleve una de sus señas de identidad como es el casco, y que en ocasiones tanto color, tanto dorado, tanto cromado y tanta luz marea un poco. Sí, de acuerdo, los personajes son dioses y viven en palacios rodeados de luz y divinidad, pero tampoco creo que sea necesario abusar tanto del color dorado, porque en ocasiones uno no sabe si eso que está viendo es el palacio Valaskjálf del reino de Asgard o es cualquiera de los palacios del Jeque Mohamed bin Rashid Al Maktum de Dubai.

En fin, que si os gustan las películas de superhéroes en las que no sólo primen los efectos especiales y las historias fantásticas sino que también os gustan aquellas en las que haya algo de argumento y de transfondo, “Thor” no es vuestra película.