sábado, 31 de diciembre de 2011

Licenciado Cantinas (Enrique Bunbury) 2011

Cada vez que Enrique Bunbury publica un nuevo disco es como cuando alguien te hace un regalo por Navidad. Lo mismo puede dar en el clavo y sorprenderte gratamente, como puede ser un mojón mañanero que ni te gusta, ni necesitabas y que una vez recibido jamás vuelves a prestarle atención. En este caso, y siguiendo con el paralelismo Navideño, podríamos decir que “Licenciado Cantinas” es un regalo de tipo mojón, vamos, que después de las dos escuchas de rigor, más que suficientes para escribir esta reseña, dudo que vuelva a escucharlo nunca más. ¿Pero qué tiene “Licenciado Cantinas” para que en mi opinión sea tan infumable? Pues ahora mismo os lo explico.

“Licenciado Cantinas” es, nada más y nada menos, un disco de temas presuntamente clásicos de la música latinoamericana interpretados por Enrique Bunbury y sus muchachos en clave de rock-fusión. Y digo presuntamente porque yo de música latinoamericana conozco tanto como de la pesca del boquerón malagueño en embarcación de jábega, así que no pondré en duda este asunto ni mucho menos. Pero no se trata de un recopilatorio de canciones latinas al uso como pudo ser “El cantante” de Andrés Calamaro, no. Lo “original” de la compilación es que Bunbury ha querido presentarla como un disco conceptual dividido en partes, actos y esas cosas más propias de las óperas que de los discos de hoy en día, al más puro estilo “The Wall” de Pink Floyd. La diferencia es que, mientras que en algunos discos de este tipo como el mencionado “The Wall” o el “Metropolis” de Dream Theater la trama de las historias está más o menos clara desde un principio, en “Licenciado Cantinas” lo único que se intuye es un intento de narrar una historia protagonizada por un borrachuzo apodado Licenciado Cantinas, pero sin llegar a hilvanar del todo una trama argumental clara. No en vano los temas fueron compuestos por gente como Agustín Lara, Atahualpa Yupanqui, Lhasa de Sela o Héctor Lavoe por nombrar sólo unos cuantos, que ni son coetáneos ni tienen nada que ver el uno con el otro.

Por lo que respecta a lo puramente musical, dejando de lado lo estilístico, decir que Enrique Bunbury está en una forma espectacular. Después del tute que se habrá pegado en la vida, es sorprendente lo bien que se conserva en lo que a voz se refiere. Ha debido de firmar un pacto con el diablo porque los años parece que ni pasan en él ni en su garganta. En cuanto a su banda, pues con tres discos al lado de Bunbury y una montonera de conciertos del grupo a sus espaldas, los Santos Inocentes han conseguido sonar impresionantemente bien y hacer que absolutamente nadie se acuerde ya de aquella banda en mi opinión tan flojita llamada El Huracán Ambulante que hace unos años acompañaba al artista aragonés. Sobre todo Jordi Mena y Jorge Rebenaque le dan un toque de clase al sonido que no tenía la anterior formación ni por asomo.

Y alguien podrá decir: “Primero dices que no te gusta el disco y luego hablas bien de Bunbury y sus músicos”. Cuidado. Que el conjunto del disco no me guste y me parezca más aburrido que el hombre invisible haciendo sombras chinescas no quiere decir que no sepa reconocer un buen trabajo de instrumentación y producción como el que se ha hecho en “Licenciado Cantinas”. Lo único que digo es que a mí ni me gusta el estilo del disco, ni la lista de canciones que lo componen y que no hay nada que ni a mí ni a ningún seguidor de Enrique Bunbury con un mínimo de criterio musical (que alguno debe de haber por ahí, digo yo) nos vaya a animar a volverlo a escuchar, lo cual es una pena y más sabiendo de lo que es capaz Bunbury cuando se pone a hacer rock. Eso sí, su público latinoamericano debe estar encantado con este nuevo trabajo, que por otra parte en los últimos diez años parece ser lo único que le importa.

sábado, 24 de diciembre de 2011

El Artista Multimedia os desa Felices Fiestas y próspero año 2012

Estimados lectores del blog de El Artista Multimedia:

En unas fechas tan especiales como estas me gustaría dirigirme a todas las personas que durante este año han pasado por este blog, tanto a las que lo han hecho voluntariamente movidas por el interés o la curiosidad por lo que aquí escribo, como a aquellas que andaban buscando por Internet cosas interesantes de verdad y el motor de búsqueda de Google las ha redirigido aquí por error. A todos, millones de gracias, porque con vuestras visitas la aplicación de estadísticas que tengo instalada en el blog y que me informa de cuánta gente va entrando cada día, me ha hecho pensar que vale la pena seguir escribiendo.

Para mí, el 2011 ha sido un año verdaderamente apasionante, un año que empecé con muy mal pie (de hecho lo empecé con el pie roto) pero en el que he tenido la oportunidad de replantearme muchas cosas, de afrontar el día a día de una forma diferente a como lo venía haciendo y, sobre todo, de vivir grandísimas experiencias realmente inolvidables. De entre todos los acontecimientos que he vivido en este 2011 podría destacar mi debut con The Rebel Band en la mítica sala Razzmatazz de Barcelona, mi regreso a Málaga para reencontrarme en la segunda edición del festival Almayate Rock N' Roll Circus con mis amigos Perro Chico y los Perros Calientes y mis amigas Las Luciérnagas, mi visita a la fantástica ciudad de Estocolmo, mi estancia de dos semanas por motivos laborales en los Emiratos Árabes Unidos, y la ocasión que tuve de disfrutar de los conciertos de algunas grandes estrellas del panorama musical internacional como son Roger Waters, Bon Jovi o Jamiroquai.

El haber vivido todos estos acontecimientos y haberme tenido que dedicar a otros asuntos algo menos interesantes pero que también han requerido muchísimo tiempo por mi parte, ha provocado que el blog de El Artista Multimedia haya quedado un poco olvidado de unos meses a esta parte. He de decir que no ha sido algo voluntario ni intencionado y que en el 2012 pretendo dedicarme más a él y recuperar algunas cosas que en el 2011 se me han quedado en el tintero por falta de tiempo material.

Sin nada más que decir, me despido de todos vosotros transmitiéndoos mis mejores deseos para estas fiestas y esperando que sigáis ahí durante el año próximo.

Recibid un cordial saludo de El Artista Multimedia.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Starfield Cabriolet

Y van tres. Cuando decidí comprarme mi primera guitarra eléctrica quise darme el capricho de que ésta fuera igual o parecida a la Gibson Les Paul Custom negra que usaba uno de mis ídolos musicales, el guitarrista Juan Valdivia de Héroes del Silencio. Como igual no podía ser por motivos económicos (una Gibson Les Paul Custom original ronda los 3.000 Euros), me compré una lo más parecida y de la máxima calidad posible: Una Epiphone Les Paul Custom. A pesar de ser preciosa y de tener un sonido espectacular y bastante fiel al de una Gibson original, la delicadeza de su esmalte (se raya sólo de mirarla) y su exagerado peso (debe andar por los 5 Kilos) hicieron que cuando empecé a ensayar semanalmente me plantease hacerme con otra algo más barata, bastante más ligera y que no me importase demasiado si se llevaba algún hostión en el metro ni maltratarla en el local de ensayo. Fue entonces cuando adquirí mi Squier Bullet-Strat de color verde surf. En la tienda había guitarras de precio similar y seguro que de mejor calidad, pero he de reconocer que el color verde chicle de menta de su cuerpo me hipnotizó completamente desde fuera del escaparate y no pude evitar comprármela. Con ella ensayé durante dos años, grabé una maqueta y toqué en directo en cuatro ocasiones, pero a pesar de llevar el sello Fender en su pala, con el paso del tiempo se fue deteriorando sonando cada vez peor y me vi obligado a volver a recuperar mi Epiphone Les Paul Custom. Después de tocar en directo dos veces con ella y de realizar alguna grabación, acabé nuevamente hasta los huevos de cargarla a la espalda semanalmente y volví a plantearme la adquisición de otra guitarra que me diese la comodidad que me daba la Squier pero que fuese de una calidad algo superior. Fue entonces cuando apareció de la nada mi amigo y maestro Juan Pineda con una Starfield Cabriolet de segunda, tercera o cuarta mano, quién sabe.

Según he podido saber a través de Internet, Starfield Guitars Company nació como empresa subsidiaria de Hoshino Industries. Inicialmente Starfield tenía tres líneas de fabricación: Corea, Japón y Estados Unidos, y en todas ellas la producción era compartida con la casa Ibanez. Las gamas fabricadas en Corea y Japón fueron destinadas a la venta al gran público mientras que la producción de más alta gama realizada con el sello “Made in USA” se ensamblaba, acababa, y distribuía desde la Custom-Shop de Ibanez ubicada en California. Las guitarras y algunos amplificadores de la marca Starfield vieron la luz en los años 70 pero finalmente la empresa tuvo que cerrar entre los años 1994 y 1995 debido a sus bajas ventas ya que nunca consiguió establecer su propio nicho de mercado. A mediados de los 70 Starfield creó una imitación de Les Paul y una guitarra de caja, ambas de gran calidad. Finalmente Starfield cambió de logo y se centró en dos modelos base: La Cabriolet y la Altair. La Cabriolet estaba inspirada en la Fender Telecaster y la Altair era una extraña evolución de la Fender Stratocaster. Ambos modelos estaban equipados con un puente Wilkinson, herrajes de primera calidad y pastillas Seymour Duncan en la mayoría de los casos.

El modelo que me consiguió mi amigo Pi y que podéis apreciar en la siguiente imagen, es una Starfield Cabriolet producida en Japón. No sé de dónde habrá salido, a quién habrá perteniecido, ni la historia que tendrá detrás suyo esta guitarra, lo que sí sé es que, a pesar de estar tuneada y de llevar instalado un extraño hardware de efectos en su interior, ésta suena de maravilla y cumple todas las expectativas de comodidad y ligereza que andaba yo buscando en una guitarra. A ver cuánto me dura o cuándo me canso de ella.


Autor: El Artista Multimedia, al final dará con la buena.